jueves, 13 de septiembre de 2007

Entusiasmo, abandono, cortocircuito.


ENTUSIASMO, ABANDONO, CORTOCIRCUITO

"No sé dónde se detiene lo artificial ni dónde comienza lo real"




¿Todo el arte?
La entrada del arte a la "ciudadela metafísica" se acompaña de un entusiasmo utópico. La invención de la estética queda como un monumento edificado a los pies y al servicio de la nueva deidad. La estética le da un carácter verdaderamente serio a la creación artística — y a la experiencia concomitante. Pero la interpretación heideggeriana sólo permite hallar en este una especie de marcha fúnebre. La existencia de la estética significa que el arte ya no es uno de los modos privilegiados del ser. El arte se ha vuelto menesteroso.

¿El arte tiene que ver con la .v e r d a d. del ser?



¿Será que a dejado de concebirse primordialmente por su vínculo con la belleza?Heiddeger dice que esta enlazado con la verdad del ser, el arte no es ni intemporal ni accidental: es historial. El arte constituye una constelación de la verdad —un nudo de ser y tiempo—, de modo análogo a la constelación de la verdad que se pone en obra en la instalación técnica del hombre. Esta última emerge bajo el signo de la producción. ¿Cuál es el horizonte del arte? Justamente, el de la develación de la esencia de las cosas. La esencia del utensilio, según se apuntó, aparece solamente en esa dimensión no-utilitaria en que se yergue la obra de arte. La obra no imita a la naturaleza, pero tampoco se reduce a la instancia de la cultura. La obra revela lo que son las cosas. Pone en obra a la verdad.
Pero “poner en obra” significa que las cosas no se bastan a sí mismas para revelarse en su verdad. El arte no puede hacer la mímesis de la naturaleza, pues la naturaleza se revela al arte como una creación incompleta. Lo real permanece vacío y mudo sin la obra que lo muestra en su vulgaridad, en su uniformidad, en su incompletud, en su convencionalidad, en su devastación, en su facticidad — en su radical extrañeza.


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Lo que la obra de arte (moderno) pone en juego es el olvido del ser.
El arte (moderno), en medio de la estandarización nihilista, revela la originalidad de la copia. Revela la nihilidad acomodada del mundo técnico. Joan Miró, John Cage, Jasper Johns, Marcel Duchamp, entre mucho otros, han mostrado hasta dónde un objeto —un producto— estereotipado e industrialmente repetido puede, merced al arte, merced a su inutilización, devenir objeto único y original, objeto irrepetible. La obra, según enseña Heidegger, es la revelación del ser utensilio del utensilio, del ser cosa de la cosa. El arte pone al objeto bajo una luminosidad extraña; extraña, a la luminosidad eléctrica de los circuitos de producción y consumo. “La obra”, “no inventa nada, no ‘crea’ nada; y, no obstante, imitando el ya-ahí del mundo, lo revela en un contrasentido o en un sin-sentido más rico de sentido que ese ‘ya-ahí’" La obra mima la producción — mas sólo para mostrar la ausencia de fin, la absolutización del circuito de producción/consumo.